Resumen
Fuimos amigos, en verdad y hasta el final, de eso no cabe duda alguna. Por lo general, la gente suele pensar sin advertirlo siquiera mientras que en él, sin embargo, todo se advertía sin reservas, genialmente y de primeras, siempre a base de conceptos. Lo que, tal vez, no podía sospechar es que lo terrible del Todo (y todo lo terrible, de paso; es decir, el mítico phoberon de Homero, digamos) también estaba al acecho: se trata, nada más y nada menos, de ese «rien» que todo lo pierde… En un mundo asesino ―parce que c'est guerre― convertido en el Todo para unos y el unos para el Todo, su desaparición, excesivamente pronta y desmedida como la de cualquier inocencia salvaje en su parpadeo fenomenológico, no arregla nada. Pero, ¿qué desaparición podría hacerlo? Antes bien, hace que nuestro desamparo se vuelva insoportable, casi alcanza a que gane la inmundicia de este mundo asesino, llena aún más la sinrazón y la vida (esta tumba onírica) de preguntas con periscopio: ¿y si no es ya la tierra, sino la mar, la que no se mueve? ¿es que no se acaba de apagar el Sol? ¿por qué ya no hay melée ni yunta (esa eternidad transitoria) que valga? ¿De qué material de ombligo se han contagiado todas estas olas?
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