Resumen
La muerte de Hegel es tomada frecuentemente por los intérpretes como el acontecimiento que marca el final de la metafísica. Lo que generalmente se asume con ello no es sólo una determinada periodización de la historia de la filosofía, sino también una muy determinada interpretación de su “final” como agotamiento de algo que ha llegado al final de sus fuerzas y se desvanece como algo caduco y obsoleto. Pero si esto es así, ¿cómo explicar entonces los constantes repuntes del hegelianismo a lo largo del s. XX? ¿Son las últimas apariciones de una sombra del pasado que se deja ver por última vez antes de desvanecerse por completo? ¿O son más bien las manifestaciones de un espíritu vivo que se niega a ser enterrado como un “perro muerto”? ¿Es verdaderamente la muerte de Hegel como la del perro, o más bien como la de espíritu que mira a la muerte a los ojos y emerge renovado de ella? ¿Son las diversas reacciones contra Hegel que se suceden a lo largo del pensamiento postmetafísico la clara expresión histórica de una nueva conciencia filosófica que ha conseguido romper el lazo con la metafísica, o son más bien el síntoma de una nueva enajenación del espíritu destinada a escribir un nuevo capítulo de la Historia universal? El objetivo de este artículo es evidenciar el hegelianismo como el momento decisivo y final del despliegue del espíritu en el camino hacia la autoconciencia universal.Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0.
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